Y llego la prueba a la que tanto tiempo dediqué...que tanto esfuerzo me costó preparar...y en la que tanta ilusión había depositado...y sin embargo no pude ni acabarla. Desde la salida iba con malas sensaciones y hasta el km 15 iba al ritmo objetivo. A partir de ese kilómetro ya vi que no era mi día y que no podía mantener este ritmo. Pensé en lo que quedaba y en el esfuerzo que me llevaría terminarla, lo que tardaría en recuperarme y decidí pararme. Habrá que analizar muchas cosas para ver porque sucedió pero esta oportunidad ya pasó. Sin duda el principal problema fue la falta de continuidad de la que hablé en mi anterior entrada y que me hacía ser irregular en la preparación. Pero sin duda todo ese esfuerzo me ha ayudado a crecer a conocerme mejor y a saber donde están mis límites y mis fallos. He mejorado mis pretaciones y mis entrenos en la larga distancia y me quedo con eso. Ahora sólo hace falta un pequeño cambio de miras y aprovechar todo ese trabajo para buscar otros objetivos que me ayuden a seguir conociéndome y sacando de mi lo necesario para lograrlos o por lo menos estar en la línea de salida con la convicción de poder intentarlo.
El otro día leí una reflexión sobre el fracaso y la frustración que genera no poder cumplir con nuestras espectativas. En nuestro deporte está muy presente y en muchas ocasiones no logramos hacerlo. Pero sin duda, siendo honestos con nosotros mismos y si hemos realizado todo el esfuerzo para lograrlo, creo que esta ya es una victoria. Vivimos en una sociedad donde lo importante es el resultado y donde mucha gente no sabe perder, ni ganar. Por eso creo que debemos valorar más el esfuerzo que hacemos cada día para además de nuestros quehaceres, buscar el tiempo para buscar ese objetivo. Eso tiene mucho más mérito que el resultado. Aunque cueste verlo ese esfuerzo es el que nos hará mas fuertes y mejores y a lo mejor no en el día D que tanto hemos preparado. Sino en nuestra vida y en nuestro día a día lo cual es mucho más importante.